viernes, 18 de junio de 2010

Les dije que les contaría de mi nariz

Es cierto que el estándar de belleza es marcado por un figura esbelta, un precioso y luminoso color de piel. Un cabello sedoso, una altura monumental y hasta existen medidas ideales de las proporciones del cuerpo. Un rostro y facciones lindas y delicadas, enmarcada por ojos expresivos, labios delineados y nariz… respingada y pequeña… que pase desapercibida.

Oh! La nariz perfecta, muchos lo han intentado y no todos lo han logrado. Al menos uno se da cuenta cuando alguien va al cirujano plástico y regresa con una nariz como la de: ….. si todo mundo lo sabe… y como los que no tenemos nariz perfecta, he llegado a anhelar tal cosa.

Mi nariz, bueno, mi nariz es grande y redonda. Así es. Redonda. No conforme con su forma como de una pelota, su piel tiende a brillar, lo cual tengo que controlar con todo tipo de productos. Aparte cuando esta frío, se pone roja. Si, mi nariz es una pesadilla. Ya se han de imaginar el cuadro completo, Griselda sin maquillaje en invierno es igual a: … a ver les voy a ayudar. Redonda, que brilla y roja!

Me tomaré mi tiempo en lo que paran de reir, por que naturalmente entiendo que es chistoso. Cualquier persona pensaría que soy perfecta para una tarjeta navideña, al menos eso es lo que he tenido en mente sobre mi nariz.

Claro que eso se me olvida cada vez que veo ese retrato. Con ojos coquetos, labios carnosos y bonitos, piel clara y tersa, un hermoso vestido de encaje, unos rizos perfectos pegados a su cara como de los años 50´s , tiene aquel efecto visual de romanticismo de las fotos antiguas y de las películas de la época de oro del cine mexicano, por que la verdad era hermosa. Luce joyas de perlas, un maquillaje moderado y en medio que su cara, su nariz. Redonda, igual a la que tiene su hijo mayor, que a su vez pasó a su hija menor que se siente como un reno en plenas fechas decembrinas.

No la conocí mucho, pero se que era hermosa, que todo lo que hacía lo hacía perfecto, que era de esas mujeres luchonas y que no se dejaban desanimar por que el hombre de su vida le falló. A su manera nos dio a entender lo que vale en la vida y que las acciones tienen sus consecuencias y una vez hechas las acciones, con la cabeza en alto; “En que nada debe, nada teme”,

-así es abuela.

Sigo odiando mi nariz, pero es la que me dio Dios, es la que dijo que se me iba a ver bien, así como a mi abuela, a quien tengo el placer de ver todos los días frente al espejo, poniéndose polvo en la nariz.

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