Algo muy curioso que me sucedió, fue al entrar en uno de mis restaurantes chinos favoritos, estaba en mi ultimo año de secundaria, y mi escuela estaba cerca de un restaurante chino que acababa de abrir. Dos amigas me convencieron de ir a probar el famoso pollo agridulce que yo ya habia probado en otro restaurante. Teniamos clase libre y no queria pasar la hora dentro del salón ni de la escuela, asi que salimos por la puerta principal con ayuda del conserje (amigo de una de mis amigas- y después de ahí me prometí no volverla a criticar por ser amiga de aquel señor que me daba miedo) no caminamos mucho, entramos. Yo no pedí nada de comer, acababa de comer mi lonche hacía menos de una hora, en el receso, pero mis amigas insistían en probar el dichoso pollo asi que ellas si pidieron un platillo, yo pedí un refresco solo para acompañarlas. Las atendió una muchacha a la cual le aproximé unos 25 años, aunque he llegado a la conclusión de que no soy muy buena calculando edades. Les cobró una señora que se veía grande, supongo que su mamá. Y se sentaron conmigo, yo dejé de escuchar aquello que venían diciendo al detenerse mi mirada en un par de ojos rasgados que me veían a través de una puerta mal cerrada, puerta que asumí era de la cocina. Estaba en lo cierto. Tanto en el hecho de que la puerta era de la cocina y en que el par de ojos me veía a mi. Por un segundo no sabía que hacer… mi mirada se detuvo y cuando reaccioné y el escalofríos me movió solo pudo bajar la mirada en forma de reacción de pena. Mis amigas lo notaron y se rieron. Buena suerte que eran despistadas para estas cosas y antes de voltear me preguntaron que había pasado. Les dije que se me habia olvidado algo de una tarea. Mentira. Me creyeron, no le dieron importancia y siguieron platicando… esta vez aparte de un par de ojos habia una sonrisa nerviosa y un fleco cubriendo parte de la frente y luego una mano moviendo el cabello detrás de la oreja. En ese momento me di cuenta que esa no sería la ultima vez que iría a aquel lugar. Se volvió desde ese momento en mi restaurante chino favorito.
No iba todos los días pero si trataba de llegar al menos por esa calle al llegar a mi escuela, le pedía a mamá que me dejara por ahí con la excusa de sacar copias en la papelería que estaba a dos locales de distancia. Y la verdad es que aún así no lo veía tan seguido. Trataba de no verlo aunque inconscientemente asi lo deseaba.
Llegó a ser muy famoso el restaurante “el dragón” entre mis compañeros. Y llegó el punto en que pedían órdenes a domicilio en la hora del receso, así, aunque no nos dejaban salir, los alumnos de todas formas, comían lo que querían. Como me enteré que entregaban a domicilio en la escuela? Fue al salir del salón antes del timbre del receso salí con la excusa que tenía que llamar a mi mamá y no tenía señal en el salón, el profe tubo que dejarme salir. Yo no aguantaba un minuto más esa clase tan aburrida. Salí y como ya faltaba poco para el receso, bajé al patio y me acerqué a la puerta principal según “agarrando señal” con el teléfono en alto. En cuanto noté que nadi me veía corrí a la reja de enfrente que estaba cerrada pero me gustaba ver hacia a fuera, hacia la “libertad” todavía mis ojos no llegaban a la reja cuando escuché que alguien me gritaba desde afuera… no entendí nada… pero voltié, era el. Cuando me habló la primera vez me habló fuerte, casi como si hubiera sido un regaño. Esta vez dijo lo mismo pero con una voz mas suave y con cara de penado. Casi dejo caer mi celular. El me sonrió y me dijo entre otras cosas que no entendí “pedido… aquí…” y me mostró dos bolsas que traía en la mano. Claro que ya le había entendido, pero su voz, su sonrisa, sus ojos. Lo bueno es que hablaba otro idioma y así tenía excusa justificable para quedarme viendo al infinito con la cara en blanco. Reaccioné justo después de dejó de hablar y se rió. Pude notar que se burlaba de mi. De seguro habrá pensado “de que sirve que le hable si no me entiende y se supone que estoy diciendo palabras en su idioma o ¿será que las estoy diciendo mal?”. Me repitió “pedido… ¿aqui?” esta vez si contesté.
Con señas y exagerando mis palabras (como si eso hiciera que me entendiera español) el solo se reía.
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